sábado, 14 de mayo de 2011

Editorial N° 15

Por más que se intenten justificar la cantidad de feriados nacionales nuevos que hoy tiene el almanaque con un elogio a las batallas o a los héroes de la historia oficial, todos sabemos que son una verdadera fuente de dicha sólo porque no tenemos que ir a trabajar.
Algunos dicen que en este país a nadie le gusta trabajar. De hecho, de los conocimientos populares ese es uno de los más acertados. Actualmente, innumerables argentinos verifican en sus oficinas que casi nadie sabe a qué se deben ciertos feriados, qué pasó en la batalla de la Vuelta de Obligado o qué tienen que ver esos cuatro días fabulosos de abril en las cataratas del Iguazú con las islas Malvinas. Y que tampoco interesa establecer ese tipo de relaciones conceptuales. Lo que nos revela una realidad desafecta que existe más allá de los arduos intentos de los canales públicos y estatales por educarnos respecto al tema. Sin embargo, la conclusión a la que todos llegan mientras toman café, es que el feriado es una buena política de Estado. Aunque el sector privado es más inclemente y en la mayoría de los casos esas fechas también se trabaja por turnos. Hasta que un buen día, el empleado toma conciencia de clase al preguntarse qué hace vendiendo su tiempo de lunes a sábado si después no puede gastar ese dinero en un fin de semana largo en su casa, comiendo asado o en la Quiaca. Pero en vez de hacer la revolución renuncia y el ciclo comienza otra vez. Todo por no tener el “derecho” al feriado. ¿Se fijan la importancia que tienen? No por nada Juan Domingo inventó las vacaciones, viejo vivo si lo era. Esenciales para el ocio, para el desarrollo del espíritu, para leer un libro que no tenga ni un solo fin práctico o fabricar algo totalmente inútil que luego quedará abandonado en el garaje. Claro que los feriados también fomentan el consumo y el turismo, razones obvias para las cuales existen de manera inteligente. Además de que el capitalismo los necesita para poder seguir haciendo girar la rueda del ratón, para que volvamos a la oficina y pongamos en el escritorio una foto de las vacaciones, cuestión de ver a nuestras familias un poco más de tiempo. Hoy en día no se puede vivir sin feriados. Esto es una verdad determinante. ¿Se imaginan un año semejante? Un verdadero hastío. Así que mientras aguardamos la revolución, bienaventurados sean. Ellos se corresponden con el mundo de los cielos.

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